saho
miércoles, 1 de agosto de 2012
7 (4)

No sin antes repasar los grabados de la pluma con mis manos. Suspiro. Adoro los recuerdos que me evocan.

Hundo levemente la punta en la herida del cuello y extraigo unas gotas de sangre que llenan parte del espacio destinado a la tinta. Poco a poco, se empiezan a ver resaltados esos grabados con el rojo color de la sangre, ya que, los grabados del instrumento están hechos en cristal, permitiendo ver el interior de éste. Chupo la última gota que queda y vuelvo a hundir la pluma. Esta vez, en el botecito que tengo con tinta, realizando el nuevo fluido un proceso similar a la sangre y mezclándose con ésta al sacudir ligeramente la estilográfica.

Dibujo la primera línea en el brazo derecho y, a continuación, hago lo mismo en el izquierdo, al fin y al cabo, la mayor parte de los trazos adquieren significado a partir de la simetría.

Líneas, puntos, curvas. En los brazos y piernas.
Puntos, curvas, líneas. En la cabeza y el torso. Giro el cuerpo.
Curvas, líneas, puntos. En la espalda.

Creo que puedo dar por acabada mi obra. Me levanto y lo observo a él. Miro detenidamente los dibujos. Sonrío. Me ha quedado mejor de lo que esperaba, mejor que el boceto que había hecho en mi cabeza un par de horas antes en aquel local, mientras seleccionaba a mi presa.

Acabo de cometer mi séptimo asesinato. Aún recuerdo el primero con detalle, obra de un inexperto. Evito tener una regresión haciéndome un corte en la palma de la mano izquierda.

Giro el cuerpo de nuevo para observar la otra parte dibujada y vuelvo a alejarme un poco. Perfecto. Creo que he conseguido lo que pretendía, creo que puedo entenderme a mí mismo un poco mejor...

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martes, 31 de julio de 2012
El pasajero.

Me despisto entre vaivenes de un tren, miro por la ventanilla que tengo a mi derecha y veo el mundo pasar. Nunca mejor dicho. El tiempo también pasa, aunque eso ya es otro tema distinto. Siento vértigo. Podríamos decir que incluso un poco de miedo, que por muy raro que parezca no suele ser lo normal, al menos en ese aspecto. Me levanto y estiro un poco las piernas. Me crujo el cuello un poco, ya que, lo noto algo cogido. Se me está haciendo algo monótono el viaje... Los pasajeros van cambiando y nadie se mantiene. Algunos son interesantes, te hablan de inquietudes que sufren, pero al igual que suben, acaban por bajarse. Otros ni siquiera me dirigen la palabra, se detienen a observarme o ni eso, se centran en un libro o en su reproductor de música. Cuando puedo hablar lo hago. A veces incluso grito y pocos me echan cuenta. Algunos incluso ni miran, siguen centrados en lo suyo. ¿Te has dado cuenta?, parece que el paisaje acaba de cambiar. Anuncian por megafonía que nos acercamos a una parada. Menos mal, porque el vagón está medio vacío y en este trayecto apenas he hablado con alguien. El ferrocarril se para. Empieza a bajar gente. Me acomodo en mi asiento y espero a que suban algunos nuevos acompañantes. Espero que en este trayecto entre alguien interesante, que me hable un poco más, que merezca un poco más la pena, que no se baje en la siguiente estación y que recorra más parte del trayecto acompañándome en esta... llamémosle nocturna soledad.

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viernes, 13 de julio de 2012
7 (3)

Las calles están aún más oscuras que cuando entré al local. Me siento inquieto. Expectante. Le sigo de lejos, entre las sombras, pretendiendo no ser descubierto. Prefiero el factor sorpresa. El toque perfecto a ésta sensación. La guinda del pastel.

Me fijo detenidamente mientras le sigo a una distancia prudente. Es un hombre algo corpulento, unos 90 kilos y 1,80 metros de altura aproximadamente. Mide un poco menos que yo y pesa un poco más que yo... por lo que el hecho de no ser descubierto hasta que empiece el ritual es algo de suma importancia.

Con cada paso se acerca a su muerte, pero eso él no lo sabe.

Me humedezco los labios, un poco más adelante se encuentra el sitio perfecto. Me apresuro un poco y recorto distancias con mi presa. Se me empieza a acelerar el corazón. Lo mismo me pasa con la respiración. Saboreo el momento durante un par de segundos... doy un par de pasos más y me encuentro a la distancia suficiente...

Le doy un empujón y lo meto en el oscuro callejón. Profiere un insulto por ello. Mis ojos se acostumbran más rápido a la ausencia de luz que los suyos. Saco mi "escalpelo" y le practico un corte preciso y profundo en el cuello, dañando las cuerdas vocales. Así consigo evitar que grite. Noto cómo empieza a sentir miedo. No entiende qué es lo que está pasando. Comienzo a sentirme vivo. Un escalofrío me recorre la espalda. Le agarro del cuello y lo tumbo. Con mis dedos puedo sentir cómo vibran los pliegues vocales sin producir ningún sonido. Corto los tendones de Aquiles y así puedo impedir que se levante. Me mira, sus ojos empiezan a vaciarse, a llenarse de negro y su boca comienza a oler a sangre. Cierro los ojos y respiro hondo... quiero conservar ese hedor el máximo tiempo posible. Vuelvo a abrir los ojos y le hago una incisión en la yugular. Puedo percibir cómo con cada latido de su corazón va perdiendo sangre y vida, hasta que éste deja de latir. La caza ha terminado. Ahora empieza el ritual.

Saco mi herramienta. Una especie de pluma iridiada con unos símbolos grabados y un botecito con tinta. Me pongo a dibujar...

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