Nadie se ha dado cuenta de que el cuervo está muerto, y claro. Dime tú cómo nos enteramos ahora del mensaje, aquél que nos iba a dar una pista de hacia dónde buscar la libertad.
Un barco, o quizás vamos a pie. Los caminos se hacen cortos si hay viento en ellos. Y si hay tú, claro. Esperaremos caminando porque no sabemos esperar parados, y lo sabes. Miraremos la luna redonda y atravesaremos pasajes que nos conecten y lleven a otros lugares que, probablemente, no existan para toda esa gente que nos mira raro. Esa gente que ve con las pupilas pero no mira con los ojos. Ya sabes de qué hablo.

"No quiero que nos hagan estatuas, quiero que nos recuerden como aquellos locos que buscaban la libertad y no pudieron inmortalizar."
Porque, como ya dijiste, es irónico que para inmortalizar a alguien primero tenga que morir. O tengamos que matarlo.

Él siempre está en blanco. Vacío. Hueco. Si hablásemos de su coeficiente de reflectividad sería, exactamente, uno. Nada absorbe, todo lo refleja. Lo repele. Es, por definición, la antítesis de un agujero negro. Eso no quiere decir que sea un sol, de hecho no emite nada, y cuando colapse tampoco pasará nada. Porque no es nada. Él se suele sentir como una pared. Único para ser una pared, pero pared al fin y al cabo.

Qué bonito sería, me gusta pensar, si de vez en cuando pudiese absorber un poco, si no reflejase todo lo que a él le llega. Claro que si pudiese hablar te diría que ya lo hizo y que, a veces, lo intenta. Pero no está hecho para ser así, no es su Naturaleza. No está en él, hacer algo que no puede hacer, por ser su propia definición la que es. Y las Erinies tampoco están por la labor de permitírselo.

Porque, por mucho que los Dioses te concedan algo, ellos están sometidos también a las leyes naturales.

Y eso que sintió una vez, que estuvo a punto de morir, y sueña con volver a sentir, no es la caída a lo más profundo del Tártaro. Es algo semejante al caos, al desorden lo que él anhela. A lo que él, muy acertadamente, llama Vértigo.

Cuando hablo de nostalgia, hablo de ti. Hablo de ser lo que somos, unos desconocidos. Hablo de días vacíos y de noches frías. De recuerdos que nunca tuve. De mi imaginación volando un rato y pintando cuadros de momentos que espero que algún día ocurran. De la niebla y del rocío. De una gota de agua resbalándote por la mejilla, no sé si será la lluvia o si es una lágrima. Una gota, tras otra, tras otra, que cae formando un lago en el que me gusta estar. Porque sé que me sumerjo en ti. Y pienso que no hay nada más bonito. Igual que cuando te miro a los ojos. Ya sabes de qué hablo, de esos ojos. Tus ojos. No me preguntes por colores que yo de eso no entiendo. Ni de formas tampoco. Quizás sea porque te veo de otra manera. Y así es como me encanta mirar. Como me encanta mirarte. Porque no hay nada más precioso que la nostalgia. Y cuando hablo de nostalgia, ya debes saber que, hablo de ti. Porque no hay nada más precioso que... ya sabes de qué hablo.