Dejó la escopeta apoyada en la pared y se sentó en la mecedora del rellano. Lo único que lo separaba de la muerte era que no estaba cargada.
Sentía ganas de suicidarse. Su vida había sido plena y satisfactoria, pero llegó un momento en el que nada era suficiente para él. Viajó, conoció gente, durmió en los lugares más inhóspitos y fue testigo de las grandes maravillas de la naturaleza y del hombre. Pero claro, cuando ya lo tienes todo. ¿Qué más puedes conseguir?
Cuándo estás cerca del final del camino, y ya no quedan árboles donde cobijarte… ¿Dónde te puedes guarecer?
Y así se sentía él. El tiempo lo deja todo en su lugar. Pero en la vida hay demasiados tiempos muertos.

Se despertó y miró el reloj. No le pareció extrañamente tarde, pero decidió levantarse de la cama. Nada más hacerlo, miró a su alrededor y vió el baño. Movido por sus ganas de lavarse la cara se dirigió hacia allí. Al entrar se quedó embobado.
Desconocía quién era cuando se miró en el espejo… No recordaba esa cara ni esos ojos ni esa nariz pequeña pero respingona. Tampoco recordaba haberse dejado de cuidar, ni esa barba que le había crecido en todas direcciones y se había enroscado sobre sí misma en miles de puntos.
Salió del baño. No recordaba esa habitación, ni esa cama de matrimonio. Se paró junto a la mesita de noche y vió una foto en la que salía junto a una mujer desconocida. Instintivamente sonrió. Ella se veía en la foto algo más baja que él, morena y de unos ojos marrones profundos con una sonrisa encantadora. “Debe ser mi mujer o mi novia” pensó. Buscó el armario y comenzó a vestirse.
Al acabar de hacerlo, salió por la puerta del dormitorio. De su dormitorio. Había carteles indicando la dirección de otras habitaciones de la casa. Leyó uno en el que ponía “Cocina” y siguió la flecha.
Alcanzó la puerta de la cocina y empezó a girar lentamente el pomo. Sabía que allí iba a haber algo que le desagradaría. Aún así decidió continuar, empujó la puerta y vió una cocina, totalmente normal. Se acercó al frigorífico y antes de abrirlo leyó una nota que había en la puerta, junto a la misma fotografía que había visto en su mesita de noche. “Te quiero, pero ya no puedo soportar esto más. Espero verte algún día y que seas feliz, aunque dudo que te acuerdes de mí. Firmado: Elena 10/4/2002”. Empezó a llorar. Elena era su mujer o su novia, todavía no lo sabía, pero sabía que la quería. Se sentía solo. Cogió algo del frigorífico y comió rápido. Seguía llorando. Volvió a leer la nota. Miró el la fecha del día actual en su reloj. 27/6/2004. Volvió hacia su dormitorio. Guardó la ropa en el armario. Se tumbó en la cama y siguió llorando hasta que se quedó dormido.
Justo antes supuso que mañana sería otro día. Pero él no sabía que ese otro día sería igual.